9 de noviembre de 2009

Entrada Nº 271 "Ciego amor"

Antes que este planeta estuviese habitado por hombres y mujeres, vivían en él, pasiones y virtudes. En el planeta tierra estuvieron viviendo durante cientos y cientos de años, durante toda una eternidad pasiones y virtudes que se aburrían de lo lindo por el transcurrir de los siglos.

Así cada día trataban de inventar un juego nuevo que hiciera más llevadera la larga, larga, larga existencia.

Solía ser la imaginación la que proponía estos juegos, y un día propuso jugar a las escondidas. A todos les pareció buena la idea, pero claro, quien contaría primero…

La locura fue la primera en levantar la mano “yo, yo, yo!” bien, a contar, “poné la cara contra ese árbol y contá mientras el resto nos escondemos”.

La locura aceptó, se dio vuelta y puso la cara contra el árbol y empezó a contar una cuenta imposible de seguir “uno, siete, dos, treinta, cien, ocho” y todos se escondieron mientras la locura seguía contando. Cada uno buscaba el lugar más apropiado, donde pensaba que la locura no lo encontraría. Poco a poco, se escondieron todos, menos el amor que tardaba en encontrar el lugar apropiado… Es que el amor es bastante indeciso, andaba de aquí para allá sin saber donde meterse. La locura seguía contando “Cincuenta, tres, cien, voy” se dio la vuelta y avanzó. El amor se metió en el primer lugar que vió, y justamente fue en un matorral de rosas con espinas que había allí cerca, se tiró, se escondió y se quedó ahí, con la esperanza de que la locura no lo encuentre.

La locura a la primera que encontró, fue a la pereza, ahí tirada, donde la había dejado, a la imaginación la vió entre las nubes, a la mentira la halló allí, pero como era mentira no estaba allí, y así una a uno fueron apareciendo todos y todas. La locura los encontró a todos, menos al amor.

Es que, como todos saben, encontrar al amor, es muy difícil. El juego empezó a ponerse pesado, y la locura se impacientó, y empezó a gritarle al amor “Amor salí, salí amor”. Pero el amor es muy indeciso, uno no sólo tarda en encontrarlo, sino que también tarda mucho en salir a la luz, el amor estaba asustado y no salía. La envidia, que suele preocuparse mucho más por los demás que por ella misma, se acercó al oído de la locura y le dijo “el amor está allá, en esas rosas”.

La locura, fue muy enojada hasta las rosas y gritó “Amor sal ya, se nos hace tarde” pero creo que ya dijimos que el amor es indeciso y una vez que lo encuentras es difícil sacarlo. La locura, muy enfadada trató de meter la mano en las rosas para sacar al amor del cuello, con tal mala fortuna que se pinchó con una espina. Es que a veces, hacer salir al amor, es doloroso. La locura, con mucho enojo, agarró un palo que había al lado suyo, la metió en las rosas y empezó a moverlo. De repente se escuchó un grito, y de entre las rosas salió el amor, con las cuencas de los ojos ensangrentadas. La locura, por su locura misma, metió el palo dentro del rosal y le había sacado los ojos al amor, dejándolo ciego para siempre. Todos se quedaron muy callados, mirando al amor, con cuencas vacías, sin saber que decir, sin saber nada.

Quizás aquella fue la única vez que la locura habló con cierto tono de razón, y le dijo al amor, sintiéndose muy culpable “Desde ahora yo voy a ser tus ojos” y desde ese día todo el mundo sabe como fue que el amor es ciego, y la locura son sus ojos.

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