14 de julio de 2008

Entrada N°37: "Alguna vez te lo conté..."

Una vez, te ví, desolada, mal, triste... me pediste un cuento, y te conté algo así. Con otros ribetes en la historia, pero fue sencillamente el mismo final.

Cuentan que una bella princesa estaba buscando esposo. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
- Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puestas... Ese es mi dote...
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
- Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposarás ".
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear. Con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: "¿Por qué perdiste esa oportunidad ?... ¿Por qué te retiraste?"
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
- No me ahorró ni un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora... Ella no merecía mi amor...

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¡Qué frase! "No me ahorró ni un día de sufrimiento... ella no merecía mi amor"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que lindo cuento...me encanta...gracias por contarmelo =)
de verdad..igual lo noto un poco cambiado..

Anónimo dijo...

Como el joven, hay quienes se dan cuenta a tiempo que ciertas historias no podrán ver nunca la luz...
Y el sufrimiento de saberlo, la dureza de esa verdad, nos deja un sabor extraño... es amargo, y duele... pero, la balanza nos muestra que nos ahorramos sufrimiento...

Uno aprende... o se sigue golpeanod contra los mismos muros...
malditas circunstancias...


cuidese señor que no bebe ¬¬

deje de amenazarme para que le firme...


beesossss!!

Anónimo dijo...

que lindoooo!!!!


y si que buena frase!!yo la tendria que implementar en mi vida mepa ¬¬

buen voy a pasar muy seguido por acà ...

besooo!!!! seguimos!

【73】★NEGROIDE★【73】 dijo...

Che, cuando son anónimos digan quien escribe. ¡Cornos!

Cumpleaños de mi gente querida. Si falta el tuyo, avisame.